miércoles, 5 de agosto de 2015

LA LEYENDA DEL YASTAY


Es hijo de la Pachamama (de la Tierra) y por encargo de ella tiene que cuidar a los animales silvestres (cerdos del monte, quirquinchos, chinchillas, pavas del monte, suris, quanacos, vicuñas, venados, corzuelas).
 
Aparece como viejito de barba larga, montado en caballo blanco o bajo la forma de un animal, especialmente como un suri grande y negro (o guanaco ) para hacer frente a los perros y pelear con los hombres. En cuanto el cazador se descuida. le roba sus pertenencias. le esconde los caballos y las mulas y mata a los perros de una patada.

Quienes desean cazar le llevan una bolsita de harina de trigo tostado (coche). aguardiente y coca y dejan los regalos en un lugar que nadie conozca, sobre una piedra. para que coma; si al dia siguiente el cocho está desparramado significa que el Yastay ha venido y habrá buena caza. De este modo no se enojará: puede ayudar a los cazadores pobres y hasta hacer un trato con ellos para volverlos ricos.

La persona que tiene un pacto con él debe guardar el secreto, de lo contrario pierde todo, enferma o muere.

El Yastay cuida que las crías no queden sin madre y que se cace solo lo necesario para que los animales no sean exterminados. Al que caza demasiado lo castiga, lo muerde y puede matarlo.
 
Francisco Villagra, de Fuerte Quemado, era un conocido cazador del lugar. Una vez, encontró una tropa grande de guanacos. Cazó a varios e hirió un relincho (el guardián de la tropa que avisa del peligro) que siguió la carrera rengueando a través de un abra.

Su perrito echó a correr olfateando las huellas por el filo y se perdió. Villagra lo siguió entre las peñas y plantas espinosas. De pronto, en un recoveco de las sierras encontró una casa grande, hecha de piedra, con una puerta tapada con plantas. Haciendo a un lado las plantas llegó a una galería bien alta y larga con muchos pilares donde se encontraban atados con cadenas perros de distintos tamaños y colores. También vio a su cuzquito luchando y forcejando por soltarse. Apareció entonces el viejo Yastay y  se presentó. Le dijo que por esa vez lo perdonaba; pero que no volviera a matar guanacos en cantidad. Luego se dio vuelta y desapareció.

Villagra alcanzó a ver que rengueaba de un pie, por lo que supuso que podría haber sido el relincho que habla lastimado. Desde entonces solo cazó por necesidad.

A quienes atienden sus consejos, el Yastay les regala bosta y la pone en las alforjas. Cuando los hombres abren las alforjas en sus casas. encuentran oro o plata.

Si se enamora de alguna niña. la acompaña a todas partes durante varios días y luego la lleva a un cuarto, que tiene oculto debajo de las piedras.




 

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